Enrique Muñoz: “Lo que más me motiva es crear espacios únicos, no repetir fórmulas”
Texto adaptado a partir de la entrevista original
El diseñador de interiores Enrique Muñoz, fundador del estudio Inshop especializado en retail, repasa su trayectoria desde las primeras tiendas de barrio que apenas le llamaban la atención hasta liderar proyectos de más de 300 aperturas en moda y óptica por toda Europa. En esta conversación desvela el lado menos romántico del sector, el vértigo de pasar de la estabilidad de una nómina a emprender, y el desafío de mantener viva la creatividad en un negocio tan condicionado por el cliente.
Claudio Céntreeco: ¿Cómo fueron tus primeras impresiones del comercio y de la ciudad?
Enrique Muñoz:
Crecí en un barrio obrero a las afueras de Madrid. No era un lugar con mucho comercio, apenas la panadería, el bar y, sobre todo, el economato del Instituto Nacional de Industria, donde se hacía la compra más barata. Aquello no me marcó especialmente. Mi interés por el interiorismo vino más de un gusto personal que de la influencia directa del entorno.
CC: ¿Qué te impulsó entonces a estudiar interiorismo contra el consejo familiar?
EM:
Siempre me gustó. Pese a que me sugerían otras carreras más “útiles”, como ingeniería, decidí entrar en la Escuela de Artes Decorativas. Desde el principio tuve claro que era mi camino, aunque el interiorismo como formación ha cambiado muchísimo desde entonces.
“Estuve diez años viajando sin parar: abríamos unas 24 tiendas al año. Fue una experiencia intensa, pero sin vida personal.”
CC: ¿Y el salto a tu primer gran empleo?
EM:
Fue en Cortefiel. Tras la mili, me presenté a un concurso de rehabilitación para el Ayuntamiento de San Sebastián, que no gané, pero me sirvió para abrir puertas. Al poco tiempo, vi un anuncio en prensa: buscaban interioristas. Fui a la entrevista y me contrataron como junior. Allí empezó realmente mi carrera enfocada al retail.
CC: ¿Qué recuerdas de aquella época?
EM:
Trabajábamos con rotuladores, paralexis, copiadoras de amoníaco. Nada de AutoCAD. Al principio me tuvieron delineando, para conocer bien todas las fases. Mi primera obra fue en Murcia: desmontamos una escala mecánica entera para sacarla por la tienda con la grúa más grande de la ciudad. Cortamos la Gran Vía de noche para hacerlo. Con 25 años, era un reto emocionante.
“En retail, muchas veces la creatividad termina sacrificada en favor de la rentabilidad. Es el gran dilema.”
CC: Se habla mucho del glamour del diseño comercial, pero ¿cómo era en realidad?
EM:
Muy sacrificado. Estuve diez años en Cortefiel, con aperturas constantes: unas 24 tiendas al año, lo que suponía hacer tres visitas por obra. Había semanas que viajaba a diario a ciudades distintas. En total, participé en unos 300 proyectos. Está bien pagado, pero sin vida personal. Llegaba el viernes a casa y solo quería dormir para el lunes.
CC: ¿Y eso te llevó a emprender?
EM:
Claro. Llegó un punto, con 36 años, en que pensé: si me plantan los 40 aquí, ya no me muevo. Tenía mucha experiencia, pero hacía tiendas muy similares una y otra vez. No había margen para la creatividad. Así que di el salto, aunque no del todo al vacío: ya tenía contactos, algunos clientes potenciales que me aseguraban proyectos iniciales.
CC: ¿Cómo cambió tu visión al trabajar en óptica frente a moda?
EM:
Pasé a Indo, líder en lentes y monturas, donde diseñaba ópticas con laboratorios y maquinaria. Allí cada cliente era distinto, mucho más personalizado, y los proyectos no se parecían entre sí. Fue más creativo. Además, ya viajaba menos. Gané en calidad de vida.
CC: Con toda esa trayectoria, ¿ves el interiorismo comercial más como oficio o como arte?
EM:
Depende. Hay un componente técnico inevitable, pero lo que me motiva es crear algo único. Lo peor es repetir un modelo porque “así funciona”. Cada local tiene que responder a su contexto, a su público. Si no, se convierte en un producto clonado sin alma.
“Mi principal referente no está tanto en el interiorismo, sino en la arquitectura: en cómo maneja la luz, el recorrido, la escala.”
CC: ¿Tienes referentes?
EM:
Más en arquitectura que en interiorismo. Aunque hoy hay estudios creativos muy buenos, mis referencias suelen venir de cómo la arquitectura maneja el espacio, la luz, el recorrido.
CC: ¿Qué consejo darías a un joven que quiere seguir tus pasos?
EM:
Que se prepare para un camino duro, pero apasionante. Que busque siempre aprender todas las fases, desde delinear hasta dirigir obra. Y que no pierda de vista su sello, aunque el cliente mande. Al final, es esa personalidad la que da valor a tu trabajo.
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