Gumersindo Fernández: «El mercado no premia el mérito, premia lo que se entiende y se necesita»
Texto adaptado a partir de la entrevista original
Arquitecto de formación y emprendedor por vocación, Gumersindo Fernández ha explorado el sector inmobiliario en todas sus dimensiones: desde la administración pública hasta la promoción privada y la gestión de cooperativas. Con mirada crítica y sentido práctico, defiende una arquitectura con los pies en la tierra, cercana al ciudadano y comprometida con el contexto urbano.
Claudio Céntreeco: ¿Quién es Gumersindo Fernández?
Gumersindo Fernández:
Es difícil decirlo uno mismo. Pero si tuviera que resumirme: soy un arquitecto hasta la médula, que ha querido entender todo lo que rodea a nuestra profesión. No me he limitado a proyectar, he intentado mirar el sector en 360 grados.
CC: Naciste en Algeciras. ¿Cómo influyó tu entorno en tu visión del urbanismo?
GF:
Crecí en un onceavo piso de un edificio en una ciudad peculiar. Algeciras tiene un gran puerto, mucho potencial, pero parece una ciudad dormitorio de sí misma. Esa contradicción urbana me marcó. Viví siempre en pisos, pero pasábamos los veranos en un chalé con parcela donde los niños jugábamos libres. Esa mezcla entre lo urbano y lo natural me influyó profundamente.
«No estás comprando una casa, estás construyéndola con otros.»
CC: ¿Por qué elegiste arquitectura?
GF:
Tenía dos pasiones: los edificios y los árboles. Podía haber estudiado Biología, pero terminé en Arquitectura. Aunque nunca he dejado de mirar los árboles, de hecho, aún intento identificarlos por la calle. Esa doble mirada me acompaña.
CC: Has transitado por la administración pública, la empresa privada, la cooperativa… ¿Qué te aportó cada mundo?
GF:
Trabajar en la Diputación y en el Ayuntamiento me enseñó muchísimo. Sobre todo, a entender que la administración está hecha de personas, y que muchas veces el técnico municipal sabe más de urbanismo que el que llega con un proyecto bajo el brazo. Es fácil culpar al que pone pegas cuando en realidad uno no conoce bien la normativa.
CC: También has dicho algo provocador: “el mercado no premia el mérito”. ¿A qué te refieres?
GF:
A que muchas veces los arquitectos nos enroscamos en proyectos brillantes, hiperelaborados, que nuestros colegas aplauden… pero que no responden a una demanda real. Puedes ser virtuoso tocando la pandereta con las orejas, pero si nadie quiere escucharte, da igual el mérito que tengas. El éxito profesional pasa por entender al cliente y al contexto.
«Nadie se enamora de una cooperativa, se enamoran del piso.»
CC: ¿Cómo aplicas eso en la gestión de cooperativas?
GF:
Para empezar, hay que explicar muy bien lo que es una cooperativa. No estás comprando una vivienda, estás autopromoviéndola junto a otras personas. Y eso tiene ventajas y riesgos. Siempre empiezo por contar los contras. Si después de eso siguen interesados, vamos bien. Hay que ser didáctico, honesto y cercano.
CC: ¿Y cómo encontráis suelo en ciudades como Cádiz, donde ya no queda?
GF:
Hay que agudizar el ingenio. Transformamos locales comerciales en viviendas, rehabilitamos edificios, hablamos con propietarios para reactivar suelos. En ciudades históricas, cada proyecto es un puzle con normativa, arqueología y patrimonio. Pero también hay menos sorpresas: donde ya se construyó, no hay ruinas por descubrir.
«Conocer a tus vecinos antes de vivir con ellos debería ser obligatorio.»
CC: Dices que nadie se apunta a una cooperativa porque le guste el modelo, sino porque le gusta una vivienda concreta.
GF:
Claro. Nadie se despierta diciendo: “hoy quiero entrar en una cooperativa”. Se enamoran del piso, de la ubicación. Y luego aceptan el proceso. Pero ese proceso tiene una ventaja enorme: conoces a tus futuros vecinos antes de mudarte. Y si no encajas, puedes salir antes. Es un filtro social muy útil.
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